Nota sobre el teatro para niños
Me pregunto que es hacer teatro para niños, chicos, pibes, etc… de todas las formas cómo se diga, se encare o se mire la niñez.
A veces pienso en la palabra niño y creo que tengo que hablar de algo importante que deje una gran moraleja y llegue a los corazones de todos etc., etc, etc… Después me digo que no, que en todo caso se va ir dando, y que odio las moralejas.
Entonces pienso en la palabra chico y creo que tengo que hacer algo súper moderno y actual, que haya tecnología, términos actuales. Y me desaliento porque soy muy ochentosa y no me lo puedo quitar.
Y como manotazo de ahogado trato de pensar en la palabra pibe y ahí estoy en problemas porque la palabra pibe me suena a político que quiere acercarse a la gente y habla de los pibes; de los pibes de la calle y muchas cosas más que me confunden y no se me aparea ninguna imagen como diría el maestro Kartún.
Entonces, como siempre y sin darme cuenta vuelvo a mi famoso juguete. El juguete que me guarde y no tiré. Un teléfono, rojo, azul y amarillo. Se le puede poner monedas y tiene disco.
Era mi cumpleaños y mis viejos no iban a estar. Mis hermanas y yo quedamos con mis tíos y mis primos en la casa enorme que tenían en Ramos Mejía. Tocaron el timbre y mi tía me dijo que abra, que era el sodero, y no, era mi teléfono. Un señor me lo daba con una gran sonrisa. Después fuimos al centro de Ramos y me compraron en el cotillón una coronita hermosa y cosas para decorar la torta.
A la tarde, en el jardín de la casa de mis tíos, sople las velas con mis hermanas. Fue el cumple mas lindo que tuve.
Cada vez que recuerdo, este, Mi juguete, se dispara todo:
Cuando ensayaba mi primer obra con mis amigos a los nueve años. Se llamaba “Dona patrona”. De la primera vez que le di un beso a un chico. De cuando en los recreos jugaban al elástico y yo no jugaba porque era un desastre. De cuando estaba muy angustiada y robaba lapiceras a los amigos. De acordarme que siempre jugaba con mis dedos que eran personajes y que caminaban, se sentaban y me obsesionaba porque se vea creíble ( Termine siendo titiritera, vio!)
Y ahí digo ¡zas! ¡Cuanto material!
Cómo se abren los mundos cuando uno se puede conectar con “Ese lugar” donde fluye la creatividad de cada uno, que es única e irrepetible.
En la Zopenca (Compañía de teatro de títeres y objetos que comparto con Guadalupe Lombardozzi) buscamos “Ese lugar” siempre de diferentes maneras. Simplemente, porque es así como nos sale.
“Ese lugar” es uno para Lupe y es otro para mi y después converge en un “Ese lugar” Zopenqueril. En ese tránsito hay encuentros, juego, enrosque, chispas, mates, un hijo que están empezando a hablar y va al jardín, un hijo que está por venir… Por todo esto navegamos y así es que nuestras obras, son tan distintas unas de las otras. Tanto desde las estéticas, las formas y como las contamos.
Es difícil encontrar el camino creativo y más difícil o imposible es tratar de dejar migas de pan, como Hansel y Gretel, para saber volver y repetirlo, asegurándonos que la próxima creación será como la anterior.
Lo que si nos dimos cuenta es que hacer teatro para niños, chicos o pibes es el camino en el que no nos perdemos. El que optamos.
Creo que elijo hacer teatro para chicos porque todavía me falta todo por descubrir; por la cantidad de cosas que ignoro (como dice Marcelo Birmajer) y creo, que haciendo teatro voy a tener la respuesta; porque pude encontrar la manera de seguir jugando toda la vida con mi teléfono rojo, azul y amarillo, discar y llamar a todos.
A veces pienso en la palabra niño y creo que tengo que hablar de algo importante que deje una gran moraleja y llegue a los corazones de todos etc., etc, etc… Después me digo que no, que en todo caso se va ir dando, y que odio las moralejas.
Entonces pienso en la palabra chico y creo que tengo que hacer algo súper moderno y actual, que haya tecnología, términos actuales. Y me desaliento porque soy muy ochentosa y no me lo puedo quitar.
Y como manotazo de ahogado trato de pensar en la palabra pibe y ahí estoy en problemas porque la palabra pibe me suena a político que quiere acercarse a la gente y habla de los pibes; de los pibes de la calle y muchas cosas más que me confunden y no se me aparea ninguna imagen como diría el maestro Kartún.
Entonces, como siempre y sin darme cuenta vuelvo a mi famoso juguete. El juguete que me guarde y no tiré. Un teléfono, rojo, azul y amarillo. Se le puede poner monedas y tiene disco.
Era mi cumpleaños y mis viejos no iban a estar. Mis hermanas y yo quedamos con mis tíos y mis primos en la casa enorme que tenían en Ramos Mejía. Tocaron el timbre y mi tía me dijo que abra, que era el sodero, y no, era mi teléfono. Un señor me lo daba con una gran sonrisa. Después fuimos al centro de Ramos y me compraron en el cotillón una coronita hermosa y cosas para decorar la torta.
A la tarde, en el jardín de la casa de mis tíos, sople las velas con mis hermanas. Fue el cumple mas lindo que tuve.
Cada vez que recuerdo, este, Mi juguete, se dispara todo:
Cuando ensayaba mi primer obra con mis amigos a los nueve años. Se llamaba “Dona patrona”. De la primera vez que le di un beso a un chico. De cuando en los recreos jugaban al elástico y yo no jugaba porque era un desastre. De cuando estaba muy angustiada y robaba lapiceras a los amigos. De acordarme que siempre jugaba con mis dedos que eran personajes y que caminaban, se sentaban y me obsesionaba porque se vea creíble ( Termine siendo titiritera, vio!)
Y ahí digo ¡zas! ¡Cuanto material!
Cómo se abren los mundos cuando uno se puede conectar con “Ese lugar” donde fluye la creatividad de cada uno, que es única e irrepetible.
En la Zopenca (Compañía de teatro de títeres y objetos que comparto con Guadalupe Lombardozzi) buscamos “Ese lugar” siempre de diferentes maneras. Simplemente, porque es así como nos sale.
“Ese lugar” es uno para Lupe y es otro para mi y después converge en un “Ese lugar” Zopenqueril. En ese tránsito hay encuentros, juego, enrosque, chispas, mates, un hijo que están empezando a hablar y va al jardín, un hijo que está por venir… Por todo esto navegamos y así es que nuestras obras, son tan distintas unas de las otras. Tanto desde las estéticas, las formas y como las contamos.
Es difícil encontrar el camino creativo y más difícil o imposible es tratar de dejar migas de pan, como Hansel y Gretel, para saber volver y repetirlo, asegurándonos que la próxima creación será como la anterior.
Lo que si nos dimos cuenta es que hacer teatro para niños, chicos o pibes es el camino en el que no nos perdemos. El que optamos.
Creo que elijo hacer teatro para chicos porque todavía me falta todo por descubrir; por la cantidad de cosas que ignoro (como dice Marcelo Birmajer) y creo, que haciendo teatro voy a tener la respuesta; porque pude encontrar la manera de seguir jugando toda la vida con mi teléfono rojo, azul y amarillo, discar y llamar a todos.