lunes, 29 de junio de 2015

Relato de un parto



El nacimiento del emperador chino
Entrando en la fecha probable de parto me sentía muy ágil y eso me daba todavía más ansiedad, ya que ví embarazadas a punto de parir en donde el rostro y sobre todo los ojos pedían una tregua, un parate, una definición a esta situación. Las abuelas siempre tienen la razón: “cuando estás por parir se nota en la cara”.
Pues yo no.Yo estaba hecha una pelota, pero mi rostro no pedía a gritos:¡A parir se ha dicho!
Una semana antes de que nazca Felipe fuimos a la reunión de parto humanizado, con las Alejandras (obstetra y neonatóloga), con la esperanza que me miren a la cara y me digan, como les dijeron a muchas compañeras de ruta “Mirá tu cara”, “ya estás”, “de esta semana no pasás,”. Pero no. A Karin y a mí nos desecharon inmediatamente. ¡¡Quedamos indignadas por no tener la cara de parturientas!!! Unas horas antes fuimos con Javier al cine y lloré como una desconsolada (¡las hormonas!) se me puso la cara colorada y me dije “¡Bárbaro! Hoy me dicen”
Pero Karin tuvo su changüí, ya que al final de la reunión Alejandra Saavedra la miró y le dijo” ¡¡Se te transformó la cara, se te transformó la cara”!!, “De la semana que viene no pasás” y todos reafirmábamos lo dicho. ¡Enfurecí!
Suerte que con Javier comentamos que íbamos a firmar la escritura de nuestra casa, entonces ahí las dos Alejandras y todos en la reunión opinaron que mi parto iba a ser después de firmar la escritura, “Que un niño viene con un pan bajo el brazo”, “una casa” ¡nuestra casa! La que construimos con nuestras propias manos, en la que nos casamos, en la que iba a nacer nuestro primer hijo.
Al principio, pensé que me lo decían para consolarme o para que bajara el estado de ansiedad en el que estábamos subidos Javier y yo, pero comprendí que era así.
A partir de esto sólo quedaba esperar hasta el miércoles de la semana que viene ¡Casi una semana!
Me agarró un ataque de vitalidad, ligereza, no paraba de hacer cosas en la casa. Javier no pudo ir a trabajar de la ansiedad, nervios y desde que se levantaba hasta que se acostaba recubría los agujeros o rendijas de la casa para tapar el frío (obsesión desde que quedé embarazada); armó el piso para la futura habitación de Felipe, enceró todo el piso de la casa. ¡Estaba todo listo! Hasta había logrado poner cortinas!
Después de firmar contrato fuimos a festejar a un tenedor chino ¡Sentimos reventar! Y volviendo en el bote pensaba que iba ser mi última salida sola con Javi.
¡Esta noche! ¡Esta noche! Nada.
Mi gran miedo era no darme cuenta que llegaba el momento y todas me decían que no me haga problema que me iba a dar cuenta.
Por fin, en la noche que siguió, comenzaron las famosas contracciones con dolor. No era un gran dolor… pero algo era. Llamamos a Ale. Hablo Javi. Ella pidió hablar conmigo, me escuchó la voz y el relato de cómo estaba. Me mandó a descansar, me dijo que quizás estaba empezando el trabajo de parto… que la llame en dos horas, pero que trate de dormir. ¡¡¡¡¡Tratar de dormir!!!!!!!!!!!!!! Termino de hablar con Ale y al instante se me pasaron las contracciones y me dormí.
Me desperté a la mañana y no podía creer que nada había pasado. Pero a medida que transcurría el día mi cuerpo empezó a estar pesado, me sentía muy cansada y efectivamente al mirarme en el espejo ya me veía “la cara de parturienta” pero sentía que ese tampoco iba a ser el día y me agarró desesperación ¡No sabia cuando iba a ser!
Elaboré estrategias para que sea ese día, como por ejemplo: hacer la torta que las Alejandras piden como condición sinecuanon para festejar el parto.
Javier, también desesperado, me invitó a la tardecita a que vayamos a buscar nueces al nogal que está como a tres muelles de casa, así caminaba y provocaba a esa altura vaya a saber qué?
Juntamos algunas. No podía hacer mucho.
Era una bella tarde de otoño que se confundía con uno de primavera, lleno de colores desparramados sobre el verde. Todo se veía muy nítido, el río, el cielo, el sol, la luna… nos sentamos en el muelle a mirar, descansar. Las contracciones se hacían presentes arrítmicamente. Los vecinos saludaban desde sus lanchas haciendo el gesto de ¿Para cuándo? ¿Todavía con esa panza?
Volvimos a casa. Nos miramos ¿y ahora?
Fuimos al taller, Javier empezó acomodar el espacio para hacerme un retrato mientras contábamos el tiempo entre contracción y contracción. Ubicó la reposera, me ayudó a sentarme y le pedí que ponga una música. Puso el partido de San Lorenzo con Víctor Hugo. Debo decir que no es muy fanático del fútbol.
Las contracciones, las contracciones… que cosa loca.
Desparramada en la silla, levantaba un dedo o decía”ahí viene”. El dolor o esa nueva sensación en el cuerpo, venía del fondo negro del cosmos, llegaba a un pico empinado y montañoso y se iba bajando por donde vino.
Cuando se estaban yendo, al principio, me causaban mucha risa. Mezcla divertida de la nueva sensación, los nervios, el julepe.
Visualizaba el sonido de esa pendiente. Me ponía a pensar en la certeza que tenían cada vez que venían; que yo sabía de su llegada antes de que empiece el dolor.
Javi me retrataba y a la vez anotaba la frecuencia. Terminado el retrato, el partido, la paciencia. Llamamos a Ale Avendaño. ¡Otra vez sopa! Escucharme, hablarme muy tranquila y decirme lo más campante que quizás estaba empezando el trabajo de parto. Que me relajara, me haga un baño de inmersión con meliza que hablemos en dos horas. Uy! ¡Buenísimo, tocó el baño! ¡Nos preparamos un montón para esto! Al no tener bañadera Ale nos había sugerido que compremos una piletita inflable y la que conseguimos, que pudiera entrar mas o menos, era una súper fashion: fucsia, ovalada, acolchada en el piso, aros altos.
Me metí como pude ya que en este momento ya se hacía más difícil sentarme o pararme. Estaba entrando en otra dimensión. El viaje se hacía intenso.
Javi, mientras, obsesionado con el frío fue a prender las salamandras: la del comedor y la del taller. Él decía: “prendo para secar, hay mucha humedad”.
Fue uno de los momentos en que me encontré sola con mi estado. Sola es una manera de decir ya que adentro estaba Felipe, un Felipe de mi imaginación de mi sentir, en el que estaba transitando por su primera gran bisagra de la vida, que es nacer. Yo sola, afuera, mirándome en mi piletita fashion fucsia, tratando de relajar, de conectar, de entrar en la marcha que tenía mi ser. Felipe, dentro, recibiendo y rechazando todo el gran movimiento. No se cuanto tiempo paso. Ya iba perdiendo esa noción mientras hacía las OOOOOO famosas que me enseño Cecilia, la profesora de eutonía y que me sirvieron mucho.
Como pude, no sé porqué no lo llame a Javi, salí de la bañadera. No sé si me sequé o que, pero lo que si me acuerdo que aparecí acostada en la cama, escuchando que abajo, Javier estaba con el atornillador arreglando algo de la salamandra. ¡No lo podía creer! Esperé a que se de cuenta que no tenía que estar haciendo ese ruido, que quizás no era mucho, pero en esas condiciones todo es grande. No paró, él estaba también viajando y creía que lo mejor que podía hacer era terminar de hacer unos bordes de madera en la salamandra para que Felipe apenas naciera no se los trague y se lastime. Le pregunté SUTILMENTE si le faltaba mucho y lo que se atrevió a contestar fue:”Sólo uno” (tornillo) “Ya termino”. Era verdad.
Luego, subió, se acostó junto a mí y me abrazó. A partir de ahí perdí parte de mi conciencia. Las contracciones eran ya terremotos, sólo estaba conviviendo con ellas. El espacio y el tiempo perdieron su dimensión. Cosmos.
Sólo sentía conexión con las caricias y susurros de Javier.
Llamamos a Avendaño, y al escucharme nos dijo que llegaba a su casa, se cambiaba y venían para acá.
Una de las cosas por las que no quería estar en una clínica, es que no me iba sentir escuchada y Alejandra con solo escucharme sabía que ya era el momento. No hacía falta monitoreo, goteo ni nada, ni una enfermera que te diga “mamita, gordita…” Sólo escuchar y dejar que el trabajo de parto sea un trabajo y no una banda ancha con la máxima velocidad.
Fuimos pasando por varios temores en el embarazo con respecto a tenerlo en casa:
  1. El frío. Que esté fría la casa. Tapamos agujeros, hicimos el cielo raso. Javier prendió las dos salamandras. Hacía calor.
  2. Que haya sudestada. No hubo.
  3. Que nos atienda a cualquier hora el de la lancha remis y que lleguen rápido las Alejandras.
Al vivir en la isla, nosotros (influenciados por la gente) teníamos miedo que no llegarán a tiempo y que más o menos se me salga el crío.
Pareciera que las mujeres después de parir se olvidan que el trabajo de parto lleva un rato largo y que hay tiempo para todo que no es como en las novelas: Todo veloz, a las corridas, a los gritos y sobre todo agudos, súper peinadas…
Las Ales llegaron a los cuarenta minutos de haberlas llamado.
Javi las fue a buscar al muelle. Fue el otro momento en donde me quedé sola. Volví al planeta tierra y percibí que había viento fuerte, porque los frutos del ciprés calvo caían en el techo de chapa del taller y se hacían escuchar.
Las contracciones se pararon, según Ale Avendaño al contarle, que ellas llegaran es una forma de intervención y también un alivio, seguridad que ya habían llegado.
Las escuche subir las escaleras y que Ale Saavedra comente extasiada y maravillada de “que lindo es el sonido de los frutos al caer”.
Debo detener el relato del parto para contar que cuando las chicas llegan a las casas de las parturientas primero miran y comentan ¡¡las hermosas casas que tenemos!! Como dos tías de barrio van entrando en el espacio creando una atmósfera de confianza y de familiaridad.
Cuando las ví pensé que había hecho la tarea, la torta de brownie con dulce de leche y crema para festejar.
Subí con Ale Avendaño al entre piso para que me revisara y al hacerlo me dijo que tenía ocho de dilatación pero que el bebé estaba muy arriba todavía que iba faltar un rato. Bajamos, Ale contó el parte.
Nos miramos los cuatro y Ale Avendaño me pregunta con toda delicadeza y ternura a donde iban a estar ellas ya que Javi y yo, para el trabajo de parto, necesitábamos intimidad. Nuestra casa, “La Susodichia”, es un gran cuadrado divido en dos por una puerta: de un lado, es la cocina, el comedor con una escalera que da a un entre piso, que es nuestra habitación y que es todo abierto. Del otro lado, el taller de Javi y el baño. Rápidamente e inesperadamente elegí el taller. Una, porque el baño estaba cerca y otra, vaya a saber porqué. El taller no es el lugar más acogedor. Hay una mesa de carpintero, otra con pinceles y pinturas, y objetos y maderas, etc.
Me llevé mi alfombrita, la pelota de efrodinamia y zaleas (son como pañales pero cuadrados para poner en el piso. Parte de la lista que nos dio Ale para tener en el día del “P”).
Javi me preguntó si quería música y sin dudarlo le dije que ponga Liliana Herrero” Litoral-Paraná 2005” que sonó bajito pero sin parar toda la noche. En ese instante comenzó la seguidilla de certezas; ninguna duda de nada, mucha claridad en medio de la oscuridad, como en sueños la música se metía dentro de mi viajes contracteriles, acompañándonos, como fue en todo el embarazo.
Javi acomodó a las chicas le dio un colchón a Ale Saavedra que insistía que estaba perfecta en el piso sobre la alfombra de crochet que tejí en el embarazo “¡Me encanta estar de campamento!”
Ale Avendaño en el sillón. Se las veía cansadas. Venían de parto en parto, de atender niños, guardias, maridos, hijos, mascotas, etc. Y encima al otro día otra guardia. Y ahora estaban en mi comedor que queda en el delta. Cuánta energía!!!!!!!!!!!
Retomando, Javi pone Liliana Herrero, mientras, Ale me hizo escuchar el corazón de Feli. Estaba todo bien. Le comento que sentada en posición de indio y abrazando la pelota pasaba mejor las contracciones y me dijo que no me quede, que me tenía que mover para que baje.
Y como buena y disciplinada alumna que soy, no paré de moverme hasta que parí.
Paseaba, como una gata en celo, por todo el taller. Dada dos pasos, venía la contracción y mi cuerpo y mi voz se transformaba. Las famosas OOOO venían de lo más profundo de la tierra, de los orígenes de la vida. Los sonidos eran graves y profundos.
En ese deambular Javi me seguía y en cada momento que me detenía por la contracción el me abrazaba o me sostenía o me tocaba el sacro y sólo ese acto me daba fuerzas, me confortaba, me daba alivio.
Llegué a ponerme en unas posturas que nunca pensé. Claro, solo dominaba el cuerpo. Por fin y por primera vez en mi vida el cuerpo, el instinto y mi persona hacían lo que querían!! ¡Estaban de fiesta!
A veces, cuando venían las contracciones, iba al baño. Me quedaba en el inodoro, con una mano me agarraba de la pileta, con la otra, tapaba mi vagina con un pedazo de papel higiénico para que no se caiga Feli. ¿Qué loco no? Esa era la última pizca de razón en mí ser.
Estando en el inodoro y acompañada por las manos candentes de Javi sentí que no iba a poder continuar mucho tiempo más; y que no iba a poder con esto que me estaba sucediendo. Mientras lo sentía se lo decía a Javi y en susurros el me decía que me quería, que iba a poder y un montón de cosas más… Y en medio de esos susurros de amor que me traían devuelta, siento una sensación muy fuerte en el sacro. Era tan fuerte esa sensación que ni la puedo llamar dolor.
Ahí fue cuando la certeza se apoderó y dije como pude “¡Llamala a Ale que quiero pujar!” “¡Llamala a Ale que quiero pujar!”. No sé como sabía que quería pujar porque nunca había pujado, pero lo sabía. Javi se quedó absorto por un instante; instante que salió un sonido de mi boca desconocido, más grave que los anteriores; instante que Ale ya estaba en la puerta del baño preguntándome a donde quería parir.
Cuando Ale me hizo esa pregunta lo que me salió decir como una nena con puchero es “¡En el inodoro nooo que se va a caer!”
Entre Javi y Ale me pararon, di dos pasos y rompí bolsa. Explosión acuática calentita.
Mientras pasaba esto yo hacía el relato como Victor Hugo de lo que me iba pasando.
Dimos tres pasos más y la otra Ale ya había puesto la sillita de parto: Banquito de madera con forma de herradura.
Me sentaron. La sensaciones abruptas un poco cesaron o simplemente era todo tan rápido que parecía lento.
Javi y Yo no pensamos que se iba a desencadenar tan rápidamente y no habíamos preparado las cosas para que estén a mano; como por ejemplo: las toallas, los guantes de latex, el alcohol, el banquito para que se siente Ale abajo para recibir el bebé.
La veía a la otra Ale ir y venir como la hormiguita viajera trayendo las cosas que nosotros no habíamos preparado. No sé como lo hacía pero encontraba todo. En un momento quise dar órdenes que vayan a buscar el banquito que en verdad era un tronco, para que Ale se siente y ahí me miró con sus ojos profundos y decididos y me dijo que ya está, que era el momento, que sólo faltaba que Javier se ubique detrás de mi y empezábamos. Al instante se ubicó.
Todo esto que cuento habrá sido unos minutos nada más. Ale me hizo sentirle la cabeza y lo único que atiné decir es “¡Está duro!”.¡Otra vez mi niña interior con puchero incluido participaba del gran momento!
Javier me abarcó, yo me apoye en él y cerré los ojos cuando vino el pujo. Al cerrarlos, en esa oscuridad, sentía como pasaban miles de cosas súper intensas dentro de mí.
Pujé y sentí en mi vagina como una especie de Plop! de Condorito.
Ale me anuncia que estaba la cabeza. La verdad que quería y no quería abrir los ojos me daba un poco de miedo e impresión y a la vez me sentía muy concentrada para abrirlos. Pero los abrí y vi la cabeza y la vi a Ale que me decía con la voz y con sus ojos: sólo un pujo más. En ese abrir los ojos vi que ya me había subido a otra película. Si bien todo era muy vertiginoso todo parecía como en cámara lenta.
Cerré los ojos nuevamente y vino otra vez las ganas de pujar y sentí que lo tenía que hacer con todas mis fuerzas así salía. Y lo hice.
Nuevamente pasamos a otra película, en donde se veía todo en blanco y negro o en tonos de violetas azulados. Y como última descripción peliculil, (esto va para la gente de mi generación) se veía todo como la película de The Doors!
Felipe sale, Ale le da la bienvenida lo levanta para acercármelo. Todos vemos que tiene el cordón umbilical en el cuello. Alguno de nosotros, no sé si Javi lo dice. Yo hacía Sh, Sh, Sh, Sh está todo bien como para calmarme, calmarlo, no sé. Y Ale al instante sin que nos demos cuenta por que realmente, no sabemos como lo hizo, porque fue acto de seguridad, rapidez y eficacia, había desenroscado el cordón y me había puesto a Felipe en el pecho.
Desde que Felipe salió escuchaba por detrás los murmullos o jadeos o un decir muy híper ventilados de Javi diciendo “No lo puedo creer” “Ya salió” “Es hermoso” y muchas cosas más que no tengo ni idea.
Volvamos al momento en que Ale me puso a Felipe en el pecho. En ese mismo instante que Ale lo colocó en mi pecho estaba la otra Ale poniéndole una toalla calentita y así lo hizo varias veces.
A todo esto no lo veía porque estaba todo tapadito, calentito. Lo único que estaba fuera de la toalla era una manito; toda roja con sus uñitas largas inyectadas en sangre.
De golpe me dio ganas de pujar y lo dije. ¡La placenta! Dijo Ale y al instante veo a la otra Ale traer de la cocina una sartén para recibirla. Como les dije no teníamos preparado nada y Ale encontraba lo justo y necesario para la ocasión.
Una sensación de calorcito fue sacar la placenta.
Luego, destapó la toalla y ahí vimos su carita y su cuerpito todo rojo y violeta.
Lo primero que le dije creo que fue “hola lindo” y lo segundo fue “Parece un emperador chino” y me reí.
Javi seguía con sus híper ventiladas palabras, la emoción lo cubría por completo.
Vieron que siempre se dice que los bebés tienen cara de viejos. Si, es verdad, entre lo colorado y lo hinchada que tiene su cara, pero son caras de viejos sabios y arquetipos ancestrales.
Felipe pasó de ser El emperador Chino hasta un indio Ranquel. Pero siempre con alto rango ya que los bebés apenas nacen se convierten rápidamente en emperadores de nuestras vidas.
Subimos a la habitación, me acostaron. Desde el momento que Felipe nació no se separó ni un instante de mi pecho. Al momento que me acostaron Felipe se prendió a la teta. Y así como estábamos Ale Saavedra iba revisándolo, viendo que esté todo en orden y siempre pidiéndole permiso. Esa fue nuestra primera lección con Ale.
En ese momento no me sentí muy bien, tuve un poco de perdidas que Ale con toda profesionalidad lo resolvió en seguida.
Festejamos comiendo la torta que estaba riquísima y reconfortante.
A todo esto se habían hecho las cuatro de la mañana y las chicas a las siete ya tenían que estar en sus respectivas guardias. Entonces decidieron quedarse a dormir lo poco que les quedaban de la noche.
Javi, Feli y yo arriba dormimos también.
Seis de la mañana se despertaron, subieron, me revisó Ale y después la otra Ale pidiéndole permiso a Ale revisó a Feli. Nos dijo un montón de cosas que apenas pudimos escuchar de la emoción que teníamos y a todo le decíamos que si con la cabeza.
Bajaron a desayunar con Javi.
Y antes de irse le preguntaron a Javi si yo también usaba el taller para trabajar y lo que javi le respondió es que lo usaba para parir hijos. Que después de esto no se iba a animar a pintar nada más en el taller!!
Le dijo que yo escribía y desde abajo despidiéndose Ale Saavedra me dijo que escriba el parto y así lo hice.

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